Menstruación y feminismo parecen un binomio que no requiere de mucha atención: si se ha logrado la emancipación de la mujer, ¿no es evidente que la menstruación, como parte intrínseca de las vivencias femeninas, ya se dé por sentada y no requiera atención especial?
Pues la realidad es otra: Muchas de nosotras padecemos la menstruación como un proceso angustioso y traumático. La vergüenza de mancharnos, el miedo de tener períodos muy dolorosos o incapacitantes, definitivamente marcan nuestra experiencia en ese sentido.
Y esta no es la única arista que preocupa a mujeres y feministas por igual. Por eso en este post te proponemos conocer cómo se continúa manifestando el tabú menstrual hoy en día.
En numerosas culturas desde la antigüedad las mujeres eran aisladas y, en muchos casos, castigadas físicamente, cuando pasaban por el período menstrual. Esto era en gran parte debido a falsas creencias sobre supuestos maleficios que traería la sangre, para las cosechas o incluso para la virilidad masculina.
Sin embargo, aunque esas creencias ya están desterradas en la sociedad contemporánea, el tabú menstrual continúa: Muchas de nosotras sentimos rechazo a los cambios físicos, emocionales y hormonales que trae consigo la menstruación, experimentamos vergüenza de sangrar y de decirlo incluso, más allá de nuestro círculo de familiares o amistades íntimas.
Algunas llegamos a odiar a nuestro cuerpo y desearíamos prescindir de nuestros órganos sexuales, pues vemos la menstruación como un castigo: Cuando en realidad una reacción positiva hacia la menstruación, sería un paso de avance hacia la aceptación del propio sexo y de todo su potencial.
Se calcula que, en promedio, las mujeres gastan el 10% de sus ingresos en productos sanitarios: esto representaría entre 1000 y 2000 dólares anuales.
Este es uno de los muchos ejemplos en que la menstruación constituye un factor de desigualdad en la sociedad actual, y por tanto, muchas activistas han optado por visibilizarlo:
Hace pocos años, en Nueva York se firmó una legislación eliminando el impuesto sobre los tampones y otros productos sanitarios. De modo que los tampones, las toallas sanitarias y los diarios o panty liners quedan libres de impuestos a nivel local y estatal.
Luego de esta ley, se tomaron medidas similares en California e Illinois, aunque los esfuerzos en otras regiones no han sido tan fructíferos debido a los intereses predominantemente masculinos en las cámaras de representantes.
Siguiendo el ejemplo, en Canadá se eliminó poco después dicho impuesto, aunque se mantiene una tarifa por la importación.
Esta iniciativa promovida por Economía Feminita, en Argentina: Busca visibilizar la menstruación como un factor de desigualdad, ya que los productos para gestionar la misma no son opcionales, sino un gasto obligatorio para toda mujer que menstrúa.
El manchado es un miedo constante, y no puede estar presente si queremos cumplir con nuestras obligaciones. Por ello, exigen una distribución gratuita de estos productos en escuelas, cárceles y espacios comunitarios. Con el objetivo de disminuir el impacto en la economía femenina y en el ausentismo escolar y laboral.
Han presentado 7 proyectos de ley para la provisión gratuita y libre de IVA en varias provincias.
La naturalización del proceso menstrual, y de lo que este representa para las mujeres tanto a nivel personal como social, es un trabajo que incumbe a los movimientos sociales de igualdad. Pero también a las propias familias que, desde la educación, deben fomentar la aceptación y celebración de la menstruación.
De ese modo, las cuentas pendientes entre menstruación y feminismo con la sociedad estarán finalmente saldadas.
Esta entrada ha sido publicada el 24/05/2021 12:00
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